martes, 1 de febrero de 2011

Asedio de Breda (1625)


...pero no era agua lo que caía, sino plomo. Plomo rojizo y candente que penetraba con secos sonidos en los cuerpos de los soldados. El rasgar de la carne y el crepitar de los huesos hacían coro a los gritos desesperados de aquel batallón. Calló sobre ellos la granizada más dolorosa e imparable de todas. La metralla de los tercios viejos españoles, firmes como fortalezas andantes, con sus picas rozando el sol y con redobles de tambor llegados desde el mismísimo infierno...